En la extensa historia del Carlismo, de más de ciento setenta y cinco años; han existido numerosas condecoraciones militares para premiar a aquellos que se distinguieron en diversas acciones bélicas durante cualquiera de las tres Guerras Carlistas del Siglo XIX, así por ejemplo tenemos la Cruz de Montejurra, la Medalla de Alpens o la de Somorrostro, todas ellas concedidas por S.M. Carlos VII a combatientes en la Tercera Guerra Carlista, pero solo existe una única e importantísima Orden creada en 1923 por S.M. Jaime III, hijo de Carlos VII y que pervive en el presente: la Orden de la Legitimidad Proscripta.
La Orden de la Legitimidad Proscripta fue creada el día 16 de Abril de 1923 por S.M. Jaime III en carta dirigida al Marques de Villores, encontrándose su origen en las noticias que el Rey recibía desde España de las persecuciones que sufrían sus leales proponiéndose su Majestad conferirla “a todos los que por sus sufrimientos o servicios se hagan dignos de ella” y solo mientras dure el destierro de los Reyes legítimos de las Españas, cesando, por tanto, “cuando la Divina Providencia se digne poner término a éste”. La Orden creada por don Jaime III tenía por objeto, a tenor de lo manifestado en la carta al Marqués de Villores, que “los condecorados con esta distinción o sus herederos puedan atestiguar públicamente los derechos que han adquirido a mi gratitud y a la de España, por el ejemplo de fidelidad que han dado a todos”.
La estructura de la Orden de la Legitimidad Proscripta queda establecida en la mencionada carta de don Jaime III que textualmente dice: “la Orden constará de tres grados: caballeros, oficiales y comendadores”. En casos excepcionales se reserva el Rey “el derecho de conceder Grandes Cruces”. Igualmente, “no se podrá obtener la Cruz de una Orden superior sin haber tenido antes la de la Orden inferior inmediata; es decir, que antes de ser comendador, habrá de pasar por la categoría de oficial, y antes de ser oficial, por la de caballero”.
Las insignias de la Orden de la Legitimidad Proscripta consisten “en una Cruz de Covadonga colgada de una cinta con barras verticales negras y verdes; negras, color del duelo del destierro, y verdes, color de la esperanza del triunfo”. La cinta “será sencilla para los caballeros, y llevará una pequeña roseta para los oficiales, y otra de mayor tamaño para los comendadores”.
Desde su creación en 1923 siempre han actuado como Grandes Maestres de la Orden los Reyes sucesores de Don Jaime, así Don Alfonso Carlos I y Don Javier I, quien, por cierto, jamás concedió la orden mientras que solo fue regente. A la muerte de éste en 1977, Su Majestad el Rey don Carlos Hugo de Borbón Parma ha recogido las obligaciones con la Orden de la Legitimidad Proscripta impuesta por sus antecesores y por la lealtad sobradamente demostrada de tantos y tantos carlistas y esta actuando como Gran Maestre dotando a la Orden de unos estatutos que nunca había tenido hasta ahora y convirtiéndola en la Real Orden de la Legitimidad Proscripta.
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