En el año 2007, se conmemoró el trigésimo aniversario del fallecimiento de quien fuera el REY (así, con mayúsculas) de las Españas, don Javier I de Borbón-Parma quien, por su conducta personal y política, ha sido y es uno de los pocos príncipes que en Europa merecen el adjetivo de GRANDES.
Don Javier vino al mundo en la Toscana italiana el 25 de Mayo de 1889 siendo bautizado cinco días después con el nombre de Javier en honor del Santo Patrón de Navarra y por expreso deseo de su padre don Roberto de Borbón-Parma quién había combatido en la Tercera Guerra Carlista.
España y el carlismo constituyen partes importantes, y posiblemente fundamentales, de la vida política de Don Javier, pero no las únicas porque como príncipe Europeo no dio la espalda a los acontecimientos que amenazaban el continente teniendo una vida repleta de sacrificios y actividades políticas y militares dignas de verse reflejadas en una novela de aventuras. Así, en el año 1900 participó en una conspiración monárquica en Portugal que pretendía restaurar la monarquía apartando a dicho país de la alianza servil suscrita con la Gran Bretaña y que llevaría siete años después al país vecino a entrar en guerra y a sacrificar más de seis mil vidas portuguesas.
Al estallar la primera guerra mundial, en vez de refugiarse en la comodidad y en la seguridad de un palacio y dando el máximo ejemplo de que “Nobleza Obliga” se alista en el ejército belga desoyendo las órdenes del entonces Rey de España y Jefe de la Casa Borbón, don Jaime III, quien ordenaba a los españoles y a los carlistas que mantuvieran la más estricta neutralidad ante el conflicto y asumiendo que al tomar partido por “la pequeña y católica Bélgica” se enfrentaba no sólo al Imperio Alemán, sino también al Católico Imperio Austrohúngaro de cuyo Trono era heredera por matrimonio con don Carlos de Austria su hermana, doña Zita de Borbón Parma. En el ejército belga adquiere el grado de capitán de artillería contribuyendo a retrasar diez días el avance alemán por Bélgica lo que, junto con el ataque ruso sobre Prusia Oriental, hizo posible el “Milagro del Marne”. Tras el hundimiento del frente belga, continuó combatiendo en el frente Francés en el sector de Flandes hasta 1917, año este, en que a petición del Papa Benedicto XV, encabezó, junto con su hermano mayor Sixto, una misión diplomática secreta tendente a separar el imperio Austrohúngaro de su suicida alianza con el Imperio Alemán, lo que hubiera favorecido una paz separada con Austria-Hungría, su continuación como potencia centroeuropea y el final de la guerra.
Al terminar la guerra mundial, siguió atento a la política europea, señalando las graves consecuencias que en el futuro tendrían los tratados de paz de 1919 y oponiéndose a las tendencias totalitarias que triunfaban en Italia y Alemania. En 1936, por delegación del Rey Alfonso Carlos I y con grandes reparos autoriza, el 14 de Julio, la adhesión carlista a la sublevación militar del general Mola siendo nombrado el 5 de Agosto de 1936, General de División de los Reales Ejércitos.
El 28 de Septiembre de 1936, al fallecer el Rey Alfonso Carlos I atropellado por un camión militar alemán en Viena, accidente éste que, posiblemente fuera fraguado por los Servicios Secretos franquistas en colaboración con la GESTAPO, don Javier accede a la jefatura del carlismo en calidad de Regente cruzando la frontera española en dos ocasiones: la primera, en 1937, para visitar a su hermano Cayetano, alistado en el Tercio de Requetés “Navarra” con el nombre de Gaetán de Lavardín y herido en los combates desarrollados en torno a Bilbao durante la campaña del Norte. La segunda, en noviembre de 1937, para declarar expulsados del Carlismo a cuantos habían apoyado el Decreto de Unificación de 1937, que fusionaba en un único partido político, FET y de las JONS (Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista) a carlistas y falangistas, y para entrevistarse personalmente con Franco para protestar por dicho Decreto. Visita el frente del Norte y Andalucía (Jerez, Sevilla y Granada). Es en la ciudad de la Alhambra donde recibe la orden de abandonar España, decisión por la que nuevamente protestará personalmente ante Franco. Marcha a Portugal, primero, y a Francia después, fijando su residencia en el castillo de Bostz en 1938. Tras el final de la Guerra Civil, se da la paradoja de que el carlismo, facción política integrante de la coalición de fuerzas que gana la guerra, es perseguido y hostigado por el nuevo régimen (expropiación de bienes, locales, periódicos, encarcelamientos, etc.).
Al estallar la II Guerra Mundial en 1939, sirve como Coronel de Artillería en el ejército Belga tras la invasión alemana del país, se retira a San Juan de Luz, en Francia, donde permanece hasta la llegada de los alemanes a la ciudad. Al serle denegada la entrada en España por el régimen franquista, marcha a la zona de la Francia no ocupada, donde ingresa en la Resistencia Francesa ayudando a los evadidos aliados primero y dirigiendo después, en la zona del Alliers, una guerrilla de unos cien hombres. El 22 de Julio de 1944 es capturado y condenado a muerte aunque no es ejecutado siendo trasladado a la cárcel de Clermont-Ferrand, primero, y al campo de exterminio de Natzweiler, en Alsacia, después. Estará allí hasta que el avance de los Aliados provoca la evacuación del campo y el traslado al de Dachau. Allí, tras ser dado por muerto por un médico alemán, le es hecha una trepanación sin anestesia por un médico judío para curarle de una mastoiditis aguda. Nuevamente es evacuado de Dachau ante el avance de los Aliados y trasladado a Prax, en el Tirol. Será finalmente liberado, por tropas estadounidenses procedentes de Italia, el 8 de mayo de 1945.
El 26 de junio de 1950, continuando en su condición de Regente del Carlismo y en abierta oposición al General Franco y a su régimen; jura los fueros vascos bajo el árbol de Guernica y ordena que se deje de calificar a Vizcaya y Guipúzcoa de “Provincias Traidoras”. Un año después, en diciembre de 1951, jura los fueros catalanes en Montserrat. En mayo de 1952, tras ser persuadido de la necesidad de ser nombrado rey por el Consejo Nacional de la Comunión Tradicionalista, acepta concluir los dieciséis años de regencia siendo proclamado rey de España en Barcelona. Poco después es expulsado de España. Envía entonces a sus hijos a España, siendo especialmente relevante el papel de su hijo Carlos Hugo, que se dirige a los españoles por primera vez en calidad de príncipe de Asturias el 5 de mayo de 1957, en Montejurra (Navarra).
En enero de 1965, don Javier convoca a la Junta Nacional Carlista en el castillo austriaco de Puccheim y les expone las líneas maestras de la nueva línea ideológica que habría de seguir el movimiento y que se caracterizaría por su férrea oposición al Franquismo y por el Federalismo en lo político y por un “Socialismo” no marxista y de corte autogestionario en lo social. El 26 de diciembre de 1968, la familia real carlista es expulsada nuevamente de España, so pretexto de que "incumplen las disposiciones que regulan la residencia de extranjeros en España". Al mismo tiempo que desarrolla su actividad carlista, circunscrita al marco español, no abandona su interés por la política y la sociedad internacional participando activamente en el Concilio Vaticano II donde tuvo una relevante influencia y una frenética actividad entre bambalinas.
Dos años después, el 7 de Mayo del 1977 y mientras los carlistas se reunían en su acto político anual de Montejurra, fallecía, en la ciudad suiza de Coira (Chur), en el cantón suizo de Graubünden, a los 87 años de edad el HOMBRE que hubiera cambiado para bien la historia de España y el REY que habría sido la envidia del mismísimo Cid por ser el siempre reclamado “BUEN SEÑOR”.
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